Mark Twain, revisitado y corregido
El profesor Alan Gribben se propone eliminar
el vocablo nigger de dos obras de Mark Twain
por considerarlo ofensivo para los afrodescendientes…
I
Jacques Roumain no dejaba de pensar en sus negros y así murió. Pensaba en ellos, se diría, como solía hacerlo con sus judíos el cronista Joseph Roth. Seguramente para él el negro era beautiful. No son pocos los poemas suyos en donde nos habla de sus niggers, de sus pobres negros, de sus sucios negros, que en cualquier momento, además, nos librarían a nosotros de la opresión y desamparo en que veía dividido al mundo por quienes se empeñan en sostener dicotomías y simplificaciones.
Roumain, hasta el último día de su vida, con la poesía y con su inagotable activismo reivindicativo, procuraba convencernos de que en el mundo hay más negros de lo que nos deja ver nuestra ceguera. Pensó siempre que negro era equivalente a decir desamparado, que era tanto como decir empobrecido; que ser negro era también ser un árabe de Siria, de Marruecos o Túnez. Que, asimismo, son negros los blancos huelguistas reventados de hambre, oprimidos, expoliados, despreciados. Su perspicacia le permitió extender la lista de niggers a los malayos, los indios, hindúes, judíos y proletarios. Sus negros, se dice, estaban donde se hallaban los sufridos, los sometidos, cualquiera fuera su color de piel y lugar de nacimiento.
Hoy, seguramente, serían niggers los afganos, los mexicanos que ofrendan su vida tratando de cruzar las fronteras hacia los EE UU, los gitanos reprimidos por las inhumanas legislaciones europeas
Roumain, El haitiano universal, ejemplificaba con el negro el sufrimiento de la humanidad explotada y sabía, acaso por su amplia formación, que el color de la piel no era lo determinante, que la lucha honesta debía ser por un mundo sin razas, o a lo sumo de una única raza, la raza humana.
Uno de sus poemas dice algo así:
Obrero Blanco de Detroit peón Negro de Alabama
pueblo innumerable de las galerías capitalistas
El destino nos alza hombro con hombro
y renegando de los antiguos maleficios de los tabúes de sangre
hollamos los escombros de nuestras soledades...
Como la contradicción de los rasgos
se resuelve en la armonía del rostro
proclamamos la unidad del sufrimiento
y de la rebelión
de todos los pueblos de todas las superficies de la tierra.
Ni en sus poemas ni en su narrativa se ensalza la historia del negro frente al blanco, tal como suelen hacer, aun hoy, las buenas consciencias, convencidas de que el papel aguanta todo.
II
En Alabama, hoy, se piensa de manera distinta a Roumain. El profesor Alan Gribben, un funcionario del Estado de Alabama, ha concebido la lindeza de reemplazar el vocablo nigger de las obras Las aventuras de Tom Sawyer (1876) y de Las aventuras de Huckleberry Finn (1884)., escritas por Mark Twain.
El argumento de Gribben, si el cable de BBC Mundo transcrito por el Correo del Orinoco de fecha 07 de enero de 2011 no miente, es sencillo: Colocar esclavo en el lugar nigger para que las lectoras y los lectores no se sientan ofendidos, pues en opinión del profesor, nigger es un despectivo para referirse a una persona de rasgos afrodescendientes.
Alabama es un estado sureño que conformó el antiguo territorio del Estado de La Florida (así lo reporta el conquistador y cronista español Alvar Núñez Cabeza de Vaca, quien escribiera Naufragios, el primer libro de crónicas etnográficas de lo que hoy corresponde al territorio de los Estados Unidos) donde la población de blancos casi triplica a la de negros.
La idea de Gribben deja mucho que contar, pero les cuento que la segregación racial desapareció, formalmente, en Alabama no hace mucho, por la década de los sesenta, y que Twain, que fue un gran defensor de los desamparados escribió sus obras casi un siglo antes, en plena legalidad de la esclavitud y la segregación racial.
La obra de Twain en el pasado ha estado prohibida en los Estados Unidos, a la par que fue en un tiempo etiquetada como literatura infantil en un intento de degradarla; hoy pretenden censurarla, tal como hicieron con los Viajes de Gulliver donde la Ciudad de Laputa devino en Lupata.
Gribben, el neocensor, no está solo en el mundo; así como hay más negros de lo que se piensa, hay Gribben por todos lados y, peor aún, haciendo leyes. Según la gribbenlogía en varios países, Venezuela inclusive, no se puede decir viejo, viejito, sino adulto mayor y, seguramente adulto mayorcito. La neocensura ataviada de eufemismo hace tiempo que penetró en nuestros países de la mano de funcionarios prestos a imitar las “bellas palabras” con que la ONU suele distraer a nuestras desprevenidas inteligencias.
Sustituir nigger por esclavo, cual Gribben, es una necedad al estilo laputiense. Twain, muerto de la risa
El profesor Alan Gribben se propone eliminar
el vocablo nigger de dos obras de Mark Twain
por considerarlo ofensivo para los afrodescendientes…
I
Jacques Roumain no dejaba de pensar en sus negros y así murió. Pensaba en ellos, se diría, como solía hacerlo con sus judíos el cronista Joseph Roth. Seguramente para él el negro era beautiful. No son pocos los poemas suyos en donde nos habla de sus niggers, de sus pobres negros, de sus sucios negros, que en cualquier momento, además, nos librarían a nosotros de la opresión y desamparo en que veía dividido al mundo por quienes se empeñan en sostener dicotomías y simplificaciones.
Roumain, hasta el último día de su vida, con la poesía y con su inagotable activismo reivindicativo, procuraba convencernos de que en el mundo hay más negros de lo que nos deja ver nuestra ceguera. Pensó siempre que negro era equivalente a decir desamparado, que era tanto como decir empobrecido; que ser negro era también ser un árabe de Siria, de Marruecos o Túnez. Que, asimismo, son negros los blancos huelguistas reventados de hambre, oprimidos, expoliados, despreciados. Su perspicacia le permitió extender la lista de niggers a los malayos, los indios, hindúes, judíos y proletarios. Sus negros, se dice, estaban donde se hallaban los sufridos, los sometidos, cualquiera fuera su color de piel y lugar de nacimiento.
Hoy, seguramente, serían niggers los afganos, los mexicanos que ofrendan su vida tratando de cruzar las fronteras hacia los EE UU, los gitanos reprimidos por las inhumanas legislaciones europeas
Roumain, El haitiano universal, ejemplificaba con el negro el sufrimiento de la humanidad explotada y sabía, acaso por su amplia formación, que el color de la piel no era lo determinante, que la lucha honesta debía ser por un mundo sin razas, o a lo sumo de una única raza, la raza humana.
Uno de sus poemas dice algo así:
Obrero Blanco de Detroit peón Negro de Alabama
pueblo innumerable de las galerías capitalistas
El destino nos alza hombro con hombro
y renegando de los antiguos maleficios de los tabúes de sangre
hollamos los escombros de nuestras soledades...
Como la contradicción de los rasgos
se resuelve en la armonía del rostro
proclamamos la unidad del sufrimiento
y de la rebelión
de todos los pueblos de todas las superficies de la tierra.
Ni en sus poemas ni en su narrativa se ensalza la historia del negro frente al blanco, tal como suelen hacer, aun hoy, las buenas consciencias, convencidas de que el papel aguanta todo.
II
En Alabama, hoy, se piensa de manera distinta a Roumain. El profesor Alan Gribben, un funcionario del Estado de Alabama, ha concebido la lindeza de reemplazar el vocablo nigger de las obras Las aventuras de Tom Sawyer (1876) y de Las aventuras de Huckleberry Finn (1884)., escritas por Mark Twain.
El argumento de Gribben, si el cable de BBC Mundo transcrito por el Correo del Orinoco de fecha 07 de enero de 2011 no miente, es sencillo: Colocar esclavo en el lugar nigger para que las lectoras y los lectores no se sientan ofendidos, pues en opinión del profesor, nigger es un despectivo para referirse a una persona de rasgos afrodescendientes.
Alabama es un estado sureño que conformó el antiguo territorio del Estado de La Florida (así lo reporta el conquistador y cronista español Alvar Núñez Cabeza de Vaca, quien escribiera Naufragios, el primer libro de crónicas etnográficas de lo que hoy corresponde al territorio de los Estados Unidos) donde la población de blancos casi triplica a la de negros.
La idea de Gribben deja mucho que contar, pero les cuento que la segregación racial desapareció, formalmente, en Alabama no hace mucho, por la década de los sesenta, y que Twain, que fue un gran defensor de los desamparados escribió sus obras casi un siglo antes, en plena legalidad de la esclavitud y la segregación racial.
La obra de Twain en el pasado ha estado prohibida en los Estados Unidos, a la par que fue en un tiempo etiquetada como literatura infantil en un intento de degradarla; hoy pretenden censurarla, tal como hicieron con los Viajes de Gulliver donde la Ciudad de Laputa devino en Lupata.
Gribben, el neocensor, no está solo en el mundo; así como hay más negros de lo que se piensa, hay Gribben por todos lados y, peor aún, haciendo leyes. Según la gribbenlogía en varios países, Venezuela inclusive, no se puede decir viejo, viejito, sino adulto mayor y, seguramente adulto mayorcito. La neocensura ataviada de eufemismo hace tiempo que penetró en nuestros países de la mano de funcionarios prestos a imitar las “bellas palabras” con que la ONU suele distraer a nuestras desprevenidas inteligencias.
Sustituir nigger por esclavo, cual Gribben, es una necedad al estilo laputiense. Twain, muerto de la risa
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