sábado, 28 de mayo de 2011


ABOGADOS BÁRBAROS
Por Samuel López Castillo

Y unos vinieron desde las fronteras
y dijeron que los bárbaros ya no existen.
Y ahora qué será de nosotros sin los bárbaros.
Esos hombres eran una suerte de  solución.
Constantino Cavafis.

“Ya no esperamos  a los bárbaros”
Rafael Cadenas.


En los últimos días hemos visto como la prensa regional ha recogido las quejas, denuncias, y reclamos de algunos abogados de nuestro estado que señalan a la Jueza Rectora y Presidenta el Circuito Judicial Penal de varios ilícitos. Esta resistencia, si nos atenemos a los meros formalismos jurídicos, debería ser cosa normal en el mundo de hoy, sobre todo en países como el nuestro que cuentan con una constitución llena de pomposas declaraciones relativas a los derechos humanos. Pero no es así.

Que un grupo de abogados denuncie públicamente supuestos atropellos personales y laborales, perpetrados por quienes están encargados de hacer cumplir la ley, es un hecho noticioso en varios sentidos, pero no preponderantemente por el contrasentido que ello implica. Lo es fundamentalmente, porque la conducta normal del ciudadano frente al atropello es el silencio, es la costumbre de aguantar callado. La conducta usual es “eso no es conmigo”. La indolencia se ha apoderado de las sociedades actuales, convirtiéndose en regla de etiqueta.

La perspicacia de Adolfo Bioy Casares (Descanso de Caminantes. Editorial Sudamericana Señales.2 001) dio cuenta de ello en brevedades escritas entre 1 973 y 1 975, de este modo:

“Beneficio de la duda. Oído en la lavandería:
-Siguen matando, matando.
-¿Qué me dice? Una pobre vieja de setenta años, sentada a la puerta de su casa, en la calle San Pedrito, acribillada a balazos desde un Fiat 128 azul oscuro. Una barbaridad.
--¿Barbaridad? Quién sabe. Si la mataron en algo habrá andado la viejita”.

El ciudadano íntegro, el que defiende la Razón Jurídica, es hoy día un ser raro, un verdadero bárbaro, un extraño en su propio medio, en el que conviven, la ritual hipocresía del Manual de Carreño y variados microfascismos, sólo en apariencia enfrentados.

El bárbaro, ese hombre solo que está dispuesto a hacer cumplir la ley, en ocasiones es más incómodo que el revolucionario o el reaccionario. Su perturbación estriba en empecinarse en querer hacer cumplir el imperio del derecho y la justicia de la sociedad en la que cree, mientras que esa misma sociedad, le da la espalda a sus propias leyes y se abandona a la indolencia, al oportunismo o la utopía, manteniendo su lenguaje esquizoide de “igualdad ante la ley”, “derechos humanos”, y de afirmación del pensamiento ilustrado.

Cada vez que vemos al poderoso violar los derechos de un ciudadano, la mayoría sólo busca excusas para defender al Orden, al Poder: “la botaron, pobrecita; pero por algo sería”. Por eso son necesarios los Bárbaros; porque éstos están convencidos de que su rol no es ponerse del lado de quienes detentan el poder, sino de quienes lo sufren.

La existencia del ciudadano raro, bárbaro, es descrita por el poeta Luis García Montero (Inquietudes Bárbaras. Anagrama.2008) así:
“la razón ilustrada está en carne viva, y el ciudadano occidental que se empeña en vivir de acuerdo con los valores de la razón es observado como un extraño, como se suele mirar a los negros en tierra de blancos. Lo peor es que poco a poco él mismo se va sintiendo extraño, con miedo a molestar, a romper el consenso. La vida en los márgenes resulta muy dura para el que está educado en la voluntad social, con deseo de intervenir en las conversaciones, ser útil y comportarse de manera fraternal. Queda el recurso ético de afirmar la propia consciencia y los valores de la sociedad escrupulosa. Pero esta declaración íntima, que brota con dignidad por un momento de los labios, hay que confrontarla luego con el paso de los días, con las fiestas a la que uno no se siente invitado, con la inevitable susceptibilidad del que soporta una realidad difícil, con el oleaje de las incomprensiones, las dudas, el sentimiento de fracaso. Uno acaba interiorizando la condición de barbarie...El ciudadano ilustrado es hoy el verdadero bárbaro, se ha quedado fuera de la ciudad por mantener un deseo extemporáneo de urbanidad. Si se mira en el espejo descubre en el fondo de sus ojos un mar revuelto por inquietudes bárbaras. Defender la razón ilustrada es hoy una manía lunática”.

Hoy, cuando algunos abogados protestan para hacer respetar su dignidad, es cosa que hay que valorar, pues eso demuestra la existencia de abogados ciudadanos. Hay que celebrar que todavía existan estos bárbaros. Este es el verdadero hecho noticioso, que se le ha escapado al silencio cómplice imperante.

Las inquietudes bárbaras de Cecilia, Marbella, Yuli, Jessica, Fernando y Lucio, entre otros, probablemente no logren cambios sustanciales en el foro yaracuyano, pero se habrá cumplido con el deber y, es evidencia de que la incuria comienza a salir del gremio de abogados, que ya es bastante.
samuellopez33@gmail.com/cronicasyaracuyanas.blogspot.com

No hay comentarios: